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miércoles, 7 de diciembre de 2016

PÁJARO ASADO 010 OTRO VENDRÁ QUE BUENO ME HARA


UN INGENUO

La constitución de 1.978 fue la del consenso de “casi”  todos los partidos políticos (menos alguno) que diría Mariano, y la firmaron. Y los españoles dieron su si a aquella constitución, aunque me atrevo a decir que en su inmensa mayoría no la leyeron. Yo lo hice,  y no me gustó las contradicciones que en el texto aparecían como evidentes a los ojos de quien supiese leer y entender. El titulo VIII (de la organización territorial del estado) no quedó cerrado. No se fijaron límites  y por ahí han venido los problemas que ahora tenemos. Aunque hay que decir  también que ha contribuido a ello un gobierno que en este tema especialmente se ha mostrado siempre  sin autoridad y sin querer tomar medidas que la propia constitución contempla.  
Yo voté no a una constitución que dice; que todos los españoles son iguales ante le ley y que la figura del rey es inviolable.  Y que respecto a las  competencias  en tal o cual materia se estará a lo dispuesto en el estatuto de la comunidad autónoma. Siendo así que una comunidad podría gastar su presupuesto como mejor creyese conveniente, era fácil deducir que todos los españoles  no iban a tener la misma educación o la misma sanidad, por ejemplo. Por lo tanto, dos derechos básicos, como estos no se podían garantizar,  de hecho, aunque si de derecho. ¿Pero para que quiero yo un derecho que no puedo ejercer?
Como representante  (a nivel local) de alguno de los partidos políticos que dijeron si a la constitución, me tocó defender sus logros e intentar convencer a los que quisieran escuchar de la benignidad de aquel texto. Les hacia saber que mi voto fue negativo pero también les intentaba convencer de que había sido apoyada por mayoría en un referéndum y que había que defender  lo que el pueblo había elegido mayoritariamente, sin renunciar a cambiar lo que a cada uno no le convenciese, a través de la participación en la política.
Tengo que decir que lo que mas me molesta de todo es que la hipotética futura reforma de la constitución no es más que el resultado de la política de algunos dirigentes catalanes  que nunca fueron sinceros y mucho menos leales con el resto de España. Cohabitaron con sucesivos gobiernos de derecha o de izquierda sin importarles más que conseguir más competencias para su comunidad. Y cuando prácticamente ya no quedan mas competencias que negociar es cuando se quitan la careta y nos dicen que quieren la independencia. Vale. Si los gobiernos de España  de ambos colores  no han sabido hacia donde iba a derivar este asunto es que hemos tenido unos gobernantes bastantes estultos. Mala cosa esta.  Pero si lo sabían y lo han consentido hasta el punto de tenernos ante  este problema, peor aún porque no han tenido la primera condición que se le pide a un gobernante. Autoridad.
La autoridad no debe entenderse como sinónimo de autoritarismo. La autoridad nace de la legitimidad que un gobernante tiene  por el hecho, sencillo pero de máxima  importancia, de haber sido elegido por  los españoles. En la constitución actual se contemplan mecanismo de solidad interterritorial y otros que pueden ser  y de hecho han sido usados para corregir las diferencias entre unos y otros, pero también contempla mecanismos para evitar en sus comienzos problemas de deriva hacia la independencia.  El no hacerlo nos lleva a situaciones como esta. Por tanto, mi rechazo hacia los dirigentes, sean de donde sean, que postulan una solución independentista. Pero no es menor mi rechazo también para los dirigentes de carácter nacional que disponiendo de legitimidad más que sobrada  no han querido o sabido aplicar la autoridad que viene dada  por el pueblo y por  la propia constitución. Cuando se pierde o simplemente no se ejerce la autoridad, que es lo mismo que decir, no se cumple ni se hace cumplir la ley, se camina  por terreno peligroso. Eso lo saben los políticos porque  no creo que se les haya olvidado a todos la consecuencia que en el pasado tuvo la llamada “cuestión territorial”.
Yo no abogo ni por la tercera, la cuarta  ni por la decimoquinta vía. Yo entiendo que lo primero sería hacer cumplir  la ley. Obtener de hecho todos los derechos que la constitución recoge. Después, si. Después de que haya igualdad para estudiar, para trabajar, para el acceso a la vivienda, para la educación, para la sanidad, etc. etc. Entonces si. Cuando hayamos logrado que esta constitución se cumpla, entonces si. Entonces si sería hora de reformar para mejorar. Pero ¿ahora? 
A ver. Que alguien me diga como se garantiza que la nueva constitución se va a cumplir si no se ha cumplido esta que es fruto de un amplísimo consenso entre los políticos de todas las ideologías imaginables.
Tema aparte, y no de menor cuantía, sería la perdida de confianza de  muchos ciudadanos en la constitución. En esta  y la hipotética que viniese. Porque lo que les llegaría es que la constitución es algo que se puede cambiar así como el que cambia una ordenanza municipal de vados.
Y tiene su cosa que yo diga todo esto habiendo votado no a la constitución. Pero es que en la vida no se  suele escoger entre lo bueno y lo malo sino (casi siempre)  entre lo malo y lo que nos parece menos malo. Pues eso es lo que propongo. Aunque a algunos no nos guste, defenderla. No vaya a ser que sea cierto el viejo dicho.”Otro vendrá que bueno me hará”
2016-12-07

Emilio Martínez Arrés (ingenuo nato)








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