intimidad f. Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia (2ª acepción del Diccionario de la real academia española de la lengua).
La unión de dos personas bajo el sacramento del matrimonio católico, hace que se produzca un cambio de tal magnitud, en ambos, que con el paso del tiempo (a veces muy poco tiempo) solo los reconozca la madre que los parió, y aún así, los encuentra raros a ambos.
Una autentica infinidad de derechos y obligaciones se recogen en las leyes que disfrutamos los ciudadanos de este país. Eso sí. Las de carácter civil, porque las que se derivan de la autoridad de la iglesia católica, cargan un pelín más las tintas en eso de las obligaciones. Ya sabéis, La renuncia a si mismo en bien de los demás. La entrega sin límite por el bien de la institución. El sacrificio continuado por el otro. Etc, etc, etc,
Concretamente, el derecho a la intimidad personal, está más bien, desaparecido. Las “Autoridades” de La Iglesia, según se deduce por su actitud, piensan que la intimidad de un ser humano queda en estado de evaporación absoluta y permanente en el mismo momento en que ante el sacerdote y junto a..... (¿o será frente a?...) su pareja, dice, SI.
¡!Pero, Angélicos míos!! (Estoy hablando a los obispos, arzobispos, cardenales y eso) ¿No os dais cuenta que la persona que antes de decir si, era un individuo único e irrepetible en el universo, no puede desaparecer y convertirse en algo que, mezclado en cuerpo y alma con el otro, pasa a llamarse, sin solución de continuidad, (que bien me ha salido esto) matrimonio?
¿Queréis unir o contribuir a ello? Pues muy bien, hacedlo que para eso os pagan, pero hacedlo de buena fé, intentando poneros en el lugar de los pajaritos a los que vais a unir en santo matrimonio. Pensad, que unir a dos personas no significa proceder a fusionarlos ni a fisionarlos. Los dos términos suenan a artilugios nucleares. Así pues, con mimbres de este tipo pseudo nuclear, el cesto que resulte de ellos no puede ser un sosegado, calmo y sereno ejemplo matrimonial.
Cada individuo es diferente a todos los demás que pueblan (en algunos casos solo pastan) nuestro mundo. Esto es una verdad demostrada. No es una opinión autorizadísima ni un acto de fe, así porque sí.
Pensar, cansa mucho, vosotros lo debéis saber ¿No?, pero, por una vez, hagámoslo sin demasiada mala leche y veréis que conclusión más guapa sale de esta pensada.
¿Por qué se une una persona a otra? ¿Se lo juega a las cartas, a los chinos - con perdón - a ruleta rusa o consulta con el astrólogo de turno? Que una persona escoja o sea escogida por otra es un hecho que ge ne ral men te viene dado por encontrar en el otro/a determinadas características que nos hacen creer que son buenas para nosotros y que además añadidas las nuestras propias, la cosa puede resultar muy bien. ¿Que sentido tiene pues, que cada uno de los miembros de la pareja deje de ser un individuo, con cuyas características especificas nos atrajo y enamoró para convertirse en la mitad de otra persona que también habrá de renunciar a ella en bien del matrimonio? Dígame señor arzobispo ¿Que es más importante? ¿El individuo mas desconocido del último pueblo de la tierra o la institución mas influyente y poderosa? !!No se me vaya por las Ramas, Sr. Arzobispo!!. Contésteme, por favor, con claridad y con el mínimo mareo para la sufrida perdiz de siempre.
Digo, afirmo y firmo (lo haré unas líneas mas abajo) que el resultante de renunciar cada uno a si mismo en bien del matrimonio, es una barbaridad. No hay matrimonio, si se ahoga a uno de ellos. No digamos, si los dos se anulan mutuamente. Entonces puede resultar trágico. Y no solo para la institución, que al fin y al cabo no sobrevivirá a quienes la constituyeron, sino trágico, y esto es lo verdaderamente grave, para cada uno de los dos individuos que lo fueron hasta que dijeron sí.
Hay derechos que son inviolables, sagrados. Como quieran llamarles, pero desde luego del todo irrenunciables por el bien de la persona. Parto de un principio que creo fácilmente defendible por lo lógico de su existencia y es el de considerar el respeto como base para la convivencia. Esta no podría darse sin aquél. Pero al fin y al cabo, si ambos miembros de la pareja han recibido una educación básica en cuanto a derechos y libertades, podrán convivir sin tener que recurrir a los GEO. Pero el otro.... El otro derecho, es absolutamente imprescindible para la salud de matrimonio como institución y para la salud física y mental de cada uno de sus integrantes. Me refiero al derecho mas fácil de transgredir, aun sin querer hacerlo, y al más necesario para que el tiempo no “borre” al individuo.
Es, el derecho de intimidad. Lo explico fácil: Yo, siempre, y en primer lugar soy persona. Después soy esposo, padre, hijo, hermano, cualquier otro parentesco que se les ocurra etc, etc. Por lo tanto, para ser buen hermano, buen hijo, buen padre, buen tío, buen sobrino, buen ciudadano, buen profesional, buen lo que sea, tengo que ser buena persona. Ejemplo: ¿Se puede ser un excelente hijo y un mal esposo? Otro. ¿Se puede ser un excelente profesional y un desastre de ciudadano? Otro ¿Se puede ser un mal Padre y un buen esposo. Otro. ¿Se puede ser un buen padre y un mal hijo? Así, hasta 490, que es el resultante de setenta veces siete. Busquen la combinación que busquen, para ser buen algo, hay que ser buena persona y ello lleva necesariamente, ineludiblemente consigo, la exigencia de ser como eres, un individuo único e irrepetible y no el producto resultante de todos los demás. Serás buena persona porque lo eres pero no como resultante de, 1 + 1 = a matrimonio ¿Me he explicado? Pues eso.
Por muy santo que sea el sacramento del matrimonio, no se olvide que el sacramento se crea para la persona, en este caso dos, no a la inversa. La intimidad es algo así como el derecho e incluso la obligación, diría yo, que cada individuo tiene de preservar un poquito de sí mismo. Si no se admite esto nos encontramos con lo siguiente;
SITUACIÓN A: Rosa Nosequé y José Nosecuantos son dos jóvenes de 25 años. Cada uno de ellos, como es natural, tiene una serie de características que le hacen ser de una forma determinada. Para explicarlo mejor y entenderlo mas fácil. Tienen una personalidad, que no es más que el conjunto de rasgos que les diferencian de los demás.
SITUACIÓN B: Ambos se casan y bajo la égida y a la vez algo inquietante mirada del sacerdote, dicen SI.
SITUACIÓN C: Inmediatamente después comienza el irreversible proceso, según el cual, José se convertirá irremisiblemente en “el marido de Rosa” o bien, Rosa, en “la esposa de José.” ¿Cual es la razón principal de este hecho? El no respetar la intimidad del otro. No permitir que cada uno tenga su espacio propio. El considerar que quienes antes se llamaban Rosa o José ahora se llaman, matrimonio.
Quedarse uno, para si mismo, una parte de si mismo, no es una herejía ni un atentado a la moral, ni a la cristiana ni a ningún otro tipo de moral o principio ético. Si has escogido a una persona por su manera de comportarse, de actuar, de pensar, de ser, en definitiva, no debes de permitir que sus cualidades que antaño te hicieron verle como distinto a todos y positivo para ti, sean anuladas.
Yo, comparto todo contigo, si, pero tengo un espacio que es solo para mi. Si tú quieres entrar en ese espacio, pídemelo y déjame decidir si entras o no, pero si entras sin pedir permiso habrás roto alguna de las cualidades que en su momento te atrajeron tanto. Habrás transgredido una ley básica para la persona. Para todas las personas. Y el hecho de que las autoridades eclesiásticas no contemplen ningún tipo de castigo no resta importancia a la cuestión en sí. Es decir el derecho que yo, como cualquier otro, tengo a ser como soy.
Has transgredido un derecho, independientemente de que se contemple o no en la ley. Has roto algo invisible, no medible, no cuantificable y sin embargo tan importante como la persona misma. Habrás roto lo que al principio decíamos; mi derecho de intimidad.
Yo, comparto todo contigo, si, pero tengo un espacio que es solo para mi. Si tú quieres entrar en ese espacio, pídemelo y déjame decidir si entras o no, pero si entras sin pedir permiso habrás roto alguna de las cualidades que en su momento te atrajeron tanto. Habrás transgredido una ley básica para la persona. Para todas las personas. Y el hecho de que las autoridades eclesiásticas no contemplen ningún tipo de castigo no resta importancia a la cuestión en sí. Es decir el derecho que yo, como cualquier otro, tengo a ser como soy.
Has transgredido un derecho, independientemente de que se contemple o no en la ley. Has roto algo invisible, no medible, no cuantificable y sin embargo tan importante como la persona misma. Habrás roto lo que al principio decíamos; mi derecho de intimidad.
Elda 30/04/2.010
Emilio Martínez Arrés


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