Un corazón y un cerebro se encontraban (como siempre) discutiendo sobre cual de ellos era más importante para el hombre. Este, llamó al ángel de la verdad para que intentase poner paz entre ellos puesto que al final, debido a tantas discusiones entre uno y otro, siempre resultaba alguien perjudicado. Este, era siempre el mismo. O sea, El hombre. El, sabía que tanto el cerebro como el corazón, le aportaban cosas importantes pero se sentía ya muy cansado y débil y le resultaba insufrible aquella larga y estéril lucha entre cerebro y corazón.
Un buen día y desde el cielo, llegó enviado por su máximo superior, el Arcángel San Gabriel. Nada más llegar encontró discutiendo al cerebro y al corazón del hombre.
Le decía el cerebro al corazón.
“Tú sin mí no eres nada, solo una rémora eres. Está científicamente comprobado, que lo último que muere es el cerebro y esto es por que soy más importante. Tú eres más voluble, más débil, más sensible, más delicado. Enfermas con mucha facilidad. Condicionas la salud y la vida de cualquiera. Eres proclive al fallo, al error. No eres nada racional. Eres el único órgano que en mayor o menor medida siempre haces sufrir a las personas. Puedes matar a una persona con una alegría o puedes matarla con una pena. Consigues amargar a las personas con tus intuiciones, con tus impulsos, con tus "corazonadas".
Mientras tanto, sin dejar de latir aunque un tanto alterado, el corazón escuchaba toda aquella retahíla de “lindezas” que le dedicaba el cerebro, quien siempre se creyó superior al corazón.
Al fin, El hombre, portador que lo era del cerebro y del corazón, sabedor de la importancia de los dos pero, una vez más, angustiado por las contradicciones de uno y otro se dirigió al ángel y le pidió que interviniese en aquella eterna disputa que tanto le cansaba.
El ángel, le dijo al hombre.
Es verdad. Todo lo que dice el cerebro es cierto. El, analiza las cosas con objetividad, mientras el corazón se deja impresionar por todo.
Entonces... ¿Que debo hacer? Preguntó el hombre al buen ángel.
Tuyo es el corazón. Tuyo es el cerebro. Ambos te son necesarios, y a ambos les debieras de sacar el máximo provecho para tu vida pero si tu angustia es tal que consideras que no puedes vivir feliz en medio de la lucha entre los dos, y dado que no puedes prescindir de ninguno de ellos, habrás de decidir cual y para siempre, quieres que yo ponga a las ordenes del otro. Para esto he venido aquí. Solo yo puedo hacer esto. Pero piensa que será irreversible, una vez cumplida mi misión, ya no habrá marcha atrás. Tú decides.
El hombre pensó y pensó en todas las posibles situaciones en las que se podría encontrar en el futuro y en como podrían ser resueltas con solo el corazón o con solo el cerebro. Así, al cabo de un tiempo, El hombre, dirigiéndose al ángel le preguntó:
Y dime, buen ángel; ¿Que pasaría si pudiese vivir 1.000 años con solo el cerebro?
El buen ángel le contestó.
Obtendrías más conocimientos de los que puedes imaginar. Serías el hombre más inteligente de la tierra. Podrías conseguir todos tus objetivos materiales. Más riqueza que nadie, más poder que nadie en la historia de la humanidad, serías la envidia de todos, y podrías obtener todos los placeres que te propusieses. Pasarías a la historia como el más grande hombre que jamás vivió.
¿Y con el corazón? ¿Qué pasaría si solo viviese con el corazón?
Y el ángel le hizo saber:
Desaparecerían tus miedos, tus dudas. No sentirías angustia. No conocerías los celos ni la envidia. Darías todo a los demás y todo de los demás recibirías. Cogerías de la vida lo que esta te ofreciese. Podrías mirar, sin cansarte al cielo, al mar a la naturaleza toda. Podrías acariciar, querer, amar o dejarte acariciar querer o amar sin pedir nada a cambio. Sin embargo debo advertirte que no vivirías más de 60 años. Después de este tiempo, tu corazón comenzaría a deteriorarse y en poco tiempo quedaría inútil, seco, apagado. Como si se hubiese quemado.
Apenas terminó el ángel de hablar cuando El hombre, dirigiéndose a él le dijo:
Te estoy muy agradecido, Gabriél, por tus palabras. Ya tengo la decisión tomada.
¿Y cual es esa decisión? Preguntó El ángel.
El hombre miró al ángel. En el brillo de sus ojos se adivinaba una cierta picardía. En su sonrisa se podía leer algo así como una pequeña dosis de paz. Era la paz de quien sabe que ha acertado en una importante decisión.
Y el hombre dijo al ángel:
QUEMARÉ MI CORAZÓN.
Elda. 15/ 04/2008
Emilio Martínez Arrés.


Por fin podemos disfrutar de algunas de las cosas bonitas que pasan por esa cabeza prodigiosa. Doy las gracias al Profeta del Cronómetro , al Zahorí de "La Marquesa", al Grán Gurú de Venta Micena, al Camarada "товарищ"(tovarich en ruso), por hacernos participes de esta su nueva faceta de bloguero. Sigue colgando cositas, porque conociendote y por la fecha de este escrito debes tener unos cuantos desde entonces.
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