UN
INGENUO
La constitución de
1.978 fue la del consenso de “casi”
todos los partidos políticos (menos alguno) que diría Mariano, y la
firmaron. Y los españoles dieron su si a aquella constitución, aunque me atrevo
a decir que en su inmensa mayoría no la leyeron. Yo lo hice, y no me gustó las contradicciones que en el
texto aparecían como evidentes a los ojos de quien supiese leer y entender. El
titulo VIII (de la organización territorial del estado) no quedó cerrado. No se
fijaron límites y por ahí han venido los
problemas que ahora tenemos. Aunque hay que decir también que ha contribuido a ello un gobierno
que en este tema especialmente se ha mostrado siempre sin autoridad y sin querer tomar medidas que
la propia constitución contempla.
Yo voté no a una
constitución que dice; que todos los españoles son iguales ante le ley y que la
figura del rey es inviolable. Y que
respecto a las competencias en tal o cual materia se estará a lo
dispuesto en el estatuto de la comunidad autónoma. Siendo así que una comunidad
podría gastar su presupuesto como mejor creyese conveniente, era fácil deducir
que todos los españoles no iban a tener
la misma educación o la misma sanidad, por ejemplo. Por lo tanto, dos derechos
básicos, como estos no se podían garantizar,
de hecho, aunque si de derecho. ¿Pero para que quiero yo un derecho que
no puedo ejercer?
Como representante (a nivel local) de alguno de los partidos
políticos que dijeron si a la constitución, me tocó defender sus logros e intentar
convencer a los que quisieran escuchar de la benignidad de aquel texto. Les
hacia saber que mi voto fue negativo pero también les intentaba convencer de
que había sido apoyada por mayoría en un referéndum y que había que
defender lo que el pueblo había elegido
mayoritariamente, sin renunciar a cambiar lo que a cada uno no le convenciese,
a través de la participación en la política.
Tengo que decir que lo
que mas me molesta de todo es que la hipotética futura reforma de la
constitución no es más que el resultado de la política de algunos dirigentes
catalanes que nunca fueron sinceros y
mucho menos leales con el resto de España. Cohabitaron con sucesivos gobiernos
de derecha o de izquierda sin importarles más que conseguir más competencias
para su comunidad. Y cuando prácticamente ya no quedan mas competencias que
negociar es cuando se quitan la careta y nos dicen que quieren la
independencia. Vale. Si los gobiernos de España
de ambos colores no han sabido
hacia donde iba a derivar este asunto es que hemos tenido unos gobernantes
bastantes estultos. Mala cosa esta. Pero
si lo sabían y lo han consentido hasta el punto de tenernos ante este problema, peor aún porque no han tenido
la primera condición que se le pide a un gobernante. Autoridad.
La autoridad no debe
entenderse como sinónimo de autoritarismo. La autoridad nace de la legitimidad
que un gobernante tiene por el hecho,
sencillo pero de máxima importancia, de
haber sido elegido por los españoles. En
la constitución actual se contemplan mecanismo de solidad interterritorial y
otros que pueden ser y de hecho han sido
usados para corregir las diferencias entre unos y otros, pero también contempla
mecanismos para evitar en sus comienzos problemas de deriva hacia la
independencia. El no hacerlo nos lleva a
situaciones como esta. Por tanto, mi rechazo hacia los dirigentes, sean de
donde sean, que postulan una solución independentista. Pero no es menor mi rechazo
también para los dirigentes de carácter nacional que disponiendo de legitimidad
más que sobrada no han querido o sabido
aplicar la autoridad que viene dada por
el pueblo y por la propia constitución.
Cuando se pierde o simplemente no se ejerce la autoridad, que es lo mismo que
decir, no se cumple ni se hace cumplir la ley, se camina por terreno peligroso. Eso lo saben los
políticos porque no creo que se les haya
olvidado a todos la consecuencia que en el pasado tuvo la llamada “cuestión
territorial”.
Yo no abogo ni por la
tercera, la cuarta ni por la
decimoquinta vía. Yo entiendo que lo primero sería hacer cumplir la ley. Obtener de hecho todos los derechos
que la constitución recoge. Después, si. Después de que haya igualdad para estudiar,
para trabajar, para el acceso a la vivienda, para la educación, para la sanidad,
etc. etc. Entonces si. Cuando hayamos logrado que esta constitución se cumpla,
entonces si. Entonces si sería hora de reformar para mejorar. Pero ¿ahora?
A ver. Que alguien me
diga como se garantiza que la nueva constitución se va a cumplir si no se ha
cumplido esta que es fruto de un amplísimo consenso entre los políticos de todas
las ideologías imaginables.
Tema aparte, y no de
menor cuantía, sería la perdida de confianza de
muchos ciudadanos en la constitución. En esta y la hipotética que viniese. Porque lo que
les llegaría es que la constitución es algo que se puede cambiar así como el
que cambia una ordenanza municipal de vados.
Y tiene su cosa que yo
diga todo esto habiendo votado no a la constitución. Pero es que en la vida no
se suele escoger entre lo bueno y lo
malo sino (casi siempre) entre lo malo y
lo que nos parece menos malo. Pues eso es lo que propongo. Aunque a algunos no
nos guste, defenderla. No vaya a ser que sea cierto el viejo dicho.”Otro vendrá
que bueno me hará”
2016-12-07
Emilio
Martínez Arrés (ingenuo nato)







